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Una camiseta difícil de comentar

Deportes Copiapó para el 2025, deja mucho que desear

En la primera B del fútbol chileno nos encontramos frente a una camiseta que cuesta comentar sin detenerse a pensar en lo que hay detrás. Porque aquí no hablamos solo de un diseño más o menos logrado, sino de algo mayor, un club como Deportes Copiapó para este 2025, que representa a una ciudad alejada de las grandes tribunas, de esos reflectores que privilegian a los equipos de la capital y relegan, muchas veces, a los del resto del país. Esa distancia, esa periferia, marca la diferencia. Sin embargo, no podemos perder de vista que estamos en un fútbol profesional, donde los ingresos por derechos televisivos son millonarios y, en última instancia, determinan la subsistencia de muchos clubes.

Y es entonces cuando surge la pregunta inevitable, ¿estamos aún ante una camiseta de fútbol o ya hablamos de un soporte publicitario disfrazado de indumentaria? Porque una camiseta de club no es cualquier prenda, debe llevarse como un emblema, un símbolo que concentra la historia, los colores y el sentir de una comunidad. Para los hinchas, no es solo una tela sino que es una identidad que se lleva puesta. Pero aquí lo que vemos es otra cosa, acá hay un diseño donde los símbolos tradicionales son relegados a un segundo plano, eclipsados por una maraña de logos y estampados que parecen no dejar espacio para nada más.

Sabemos, por supuesto, que los patrocinadores cumplen un rol fundamental, a veces incluso decisivo, para la viabilidad de los clubes. Y reconocemos ese aporte, más aún cuando existe una relación territorial que fortalece el vínculo entre empresa y comunidad. Ese es un punto a favor. Pero hay límites que no deberían cruzarse, el patrocinio no puede, ni debe, pesar más que el club al que se supone está apoyando.

Esta camiseta es, en el fondo, un reflejo fiel de uno de los grandes dilemas que atraviesa nuestro fútbol actual, esa tensión, siempre latente, entre la necesidad económica y la preservación de la identidad. Es una realidad cruda y difícil de eludir, sin auspicios, muchos clubes estarían condenados a desaparecer. Pero eso no significa que debamos resignarnos a convertir cada camiseta en un mosaico publicitario, vacío de alma y memoria.

A nivel visual, nos preguntamos: ¿Cuántos sponsors caben en una camiseta antes de que pierda su esencia? ¿Hay alguna normativa que ponga límites? Todo indica que no. La falta de un marco regulatorio salta a la vista y deja al descubierto una alarmante despreocupación estética. Tipografías desproporcionadas, logos sin coherencia, cuatro marcas apiladas en la parte frontal que borran cualquier atisbo de significado profundo.

Si queremos que nuestro fútbol no solo sobreviva, sino también crezca con dignidad, debemos mirar más allá de lo inmediato. Cada detalle cuenta: la camiseta es parte del espectáculo, pero también es patrimonio emocional. Los clubes son mucho más que empresas en la cultura chilena, son espacios de identidad colectiva. Y si de verdad los valoramos, debemos proteger lo que los hace únicos y luchar por mantener vivo su verdadero espíritu.

Fotografías: Redes sociales del club.

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