Durante el Mundial de Argentina 1978, se vivió una de esas historias que parecen sacadas de una película. El 10 de junio, en Mar del Plata, Francia y Hungría estaban listos para enfrentarse en el Estadio José María Minella. Pero había un pequeño gran problema: ¡los dos equipos llegaron con camisetas blancas!
La FIFA había indicado inicialmente que Hungría jugaría con su camiseta roja y Francia con la blanca. Pero a último minuto cambiaron las instrucciones: ahora los franceses debían usar su tradicional camiseta azul. ¿El problema? El uniforme azul estaba en Buenos Aires, y no había tiempo (ni logística) para traerlo.
Con las transmisiones de televisión en blanco y negro, era clave que los equipos se distinguieran en la pantalla. Así que, en una jugada digna del realismo mágico del fútbol sudamericano, apareció el Club Atlético Kimberley de Mar del Plata al rescate. Sus clásicas camisetas verdes y blancas a rayas verticales se convirtieron en el improvisado uniforme de la selección francesa. En el momento del Mundial de 1978, Kimberley no estaba en una división nacional específica (como la Primera División o las categorías inferiores de AFA), sino que participaba en la Liga Marplatense.
El utilero del club, Agustín Vallejo, y un dirigente entregaron 14 camisetas numeradas del 2 al 11 y del 13 al 16. El partido se retrasó unos 40 minutos mientras se organizaba todo. Así, Francia, con figuras como Michel Platini, jugó vestida de Kimberley… ¡y ganó 3-1!
Hoy, la camiseta número 5 que usó François Bracci se encuentra en el Museo de la FIFA en Zúrich. Las demás, nadie sabe con certeza dónde están. Tal vez en algún clóset de coleccionista, tal vez en el corazón de algún hincha. Lo cierto es que esta anécdota quedó grabada como una joya del folclore futbolero. Y no, Temperley no tuvo nada que ver, aunque más de alguno se confunda.